Sindicalismo en México: el cáncer del país.

De nuevo sean todos ustedes bienvenidos a otra entrada en este blog, amables lectores. Esta ocasión, la entrada de este blog tendrá mucho qué ver con algo que sucedió hace unos días: la extinción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, paraestatal que suministraba de luz y electricidad a la zona centro del país (entiéndase como "centro" todo el DF, algunos municipios del Estado de México y de Morelos, Puebla e Hidalgo).

Los Sindicatos en México tienen por lema -la mayoría de ellos- las palabras "lucha, democracia, unión, fuerza, resistencia" (¿les suena algo a los gritos que siempre lanzan las hordas perredistas?). Sin embargo ninguna de estas agrupaciones respeta alguna de estas palabras anteriores. Y es que los Sindicatos en nuestro país más bien, en vez de ser la unión de trabajadores que quieren un bien común, parecen la misma unión de obreros y jornaleros pero unidos para enriquecer a los líderes sindicales.

Nombres como Carlos Romero Deschamps (líder petrolero), Francisco Hernández Juárez (líder absoluto de los sindicatos en México, además de ser el líder de los telefonistas y ahora un "flamante" diputado defensor de los derechos de los trabajadores [por cierto del PRD]), Elba Esther Gordillo (lideresa perpetua del Sindicato de Maestros), Armando Báez (líder de los músicos y ahora diputado del PRI), Napoleón Gómez Urrutia ("Napito", líder de los mineros) y Martín Esparza (líder de los electricistas relacionado con el movimiento de López Obrador) por decir algunos, son quienes tienen una relación muy fuerte con el gobierno o con los grupos más radicales de los partidos opositores al gobierno en turno (llámense PRI o PRD si quien manda en el país es alguien emanado del PAN). Varios de estos sindicatos son una verdadera enfermedad para la economía y el progreso del país debido a que los líderes sólo velan por sus intereses y por enriquecerse a costa de lo que sea sin que necesariamente piensen en lo que necesitan sus agremiados ni en lo que beneficie al país.

Sin embargo, este fin de semana pasado, uno de esos sindicatos vio ya realizada su muerte anunciada. Durante el mes de Septiembre de este 2009, el Secretario del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón, dijo al Sindicato Mexicano de Electricistas que no era válida la Toma de Nota de Martín Esparza (algo así como su toma de posesión) como Secretario General de esta asociación, toda vez que el proceso electoral donde resultó ganador tuvo varias irregularidades. Esparza no quiso renunciar y el Gobierno Federal insistió en que no lo reconocería como líder. Sin embargo, habría otra jugada que nadie se esperaba. Bajo el pretexto de que la Compañía de Luz y Fuerza del Centro era inoperante por sus altos costos de mantenimiento y porque ya se manejaba en números rojos, el Presidente Felipe Calderón hizo el decreto de extinción de este organismo público paraestatal y descentralizado, provocando así el despido automático de más de 44,000 personas que laboraban de manera sindicalizada para esta empresa. De inmediato, el Sindicato Mexicano de Electricistas realizó paros en diferentes puntos de la Ciudad de México y llevó sus quejas con diputados del PRD, PT y Convergencia, quienes se opusieron a la decisión que tomó el Gobierno calderonista. El PRI aplaudió la decisión, pero dijo que habría que esclarecer el porqué Calderón la tomó. El PAN, por su parte, apoyó al Presidente sin chistar.

Fuera de los "dimes y diretes" a los que se enfrentó Calderón por su decisión, y más alla de la extinción o no de la Compañía de Luz y Fuerza, el Gobierno destapó algo importante donde nunca había querido entrar: la porquería sindical.

Es bueno que el rezago del socialismo llamado sindicalismo exista siempre y cuando sea una agrupación de trabajadores que busquen un bien común para todos ellos y que pueda satisfacer sus necesidades. Pero el problema aquí en México fue que, a raíz de la creación de la CTM en tiempos de Lázaro Cárdenas, allá por los años 30, la vida sindical estuvo muy apegada a las decisiones del Presidente y del Partido en el poder. Es decir, los sindicatos y los líderes servían (y sirven) de "lamebotas" de los gobiernos o de los partidos. Y es más que evidente que los líderes quieren quedar bien con los políticos no para mejoras para con sus agremiados, sino para enriquecerse a lo descarado y tomar un puesto político que los haga inmunes para poder realizar sus negocios oscuros sin ningún problema.

O ustedes, amables lectores, ¿qué opinan?