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sábado, 31 de agosto de 2013

¿Decidiendo Juntos?

Bienvenidos a una nueva entrada en el blog, amables lectores. Ahora les comentaré sobre una situación que se ha dado en la Ciudad de México desde tiempo atrás, pero que pareciera que se ha salido de control en los últimos días: las marchas y plantones, específicamente, los ocasionados por los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

Durante Agosto de este año, se puso de moda el tema educativo. Y no sólo por los errores de ortografía que tienen los libros de texto gratuitos que se repartieron en las escuelas del país (que, dicho sea de paso, no todos los errores que pasaron en la televisión lo son). No. El tema fue la reforma educativa que se ha planteado en el Congreso de la Unión y que el Poder Ejecutivo ha dicho que prosperará.

Entre la temática que toca esta reforma educativa está la evaluación de los profesores. A ello, el SNTE (el sindicato de profesores, otrora imperio de Elba Esther Gordillo), se adhirió diciendo que estaría dispuesto a acatar la ley. Sin embargo, la CNTE no accedió a ello, y, como siempre, determinó suspender las clases en varias escuelas de Oaxaca, Guerrero y Michoacán. Posteriormente, se uniría Chiapas, aunque en este último caso, el gobierno estatal condicionó a los miembros de la CNTE que intentaran hacer bloqueos o no comenzar el ciclo escolar 2013-2014, dándoles un ultimátum de que o regresaban a las aulas o se les descontaría su salario.

Siendo el Distrito Federal sede de los Poderes de la Unión, tiene dentro de su territorio muchas dependencias gubernamentales, destacando la Residencia Oficial de Los Pinos (casa y oficinas del Presidente de la República), así como las Cámaras de Diputados y Senadores. Justamente estas últimas fueron el blanco de los maestros de la CNTE.

No es de extrañar que en una típica postal chilanga, aparezca el Zócalo de la capital atestado de gente y campamentos improvisados. Estos días no ha sido la excepción. Los miembros de la Coordinadora han invadido esta plaza prácticamente en sus cuatro puntos cardinales. Las casas de campaña invaden la planta baja del antiguo Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad, hoy sede del Gobierno del Distrito Federal; invaden también el frente del Palacio Nacional y la Suprema Corte de Justicia, además de un costado de la Catedral Metropolitana. Es decir, invaden tanto poder político como religioso de esta capital.

Ahí formaron su centro de operaciones. Y el detonante fue una protesta violenta que se dio en la Cámara de Diputados durante la segunda mitad de Agosto de 2013. Pero el cálculo de los costos de los actos vandálicos de poco sirvió. Ni el GDF ni el Gobierno Federal quisieron hacer algo. Del Zócalo, después partirían los de la Coordinadora hacia Televisa, TV Azteca, la Bolsa Mexicana de Valores, etc., desquiciando el tráfico de esta ya congestionadísima Ciudad de México. Y aún con eso, pareciera que no existe autoridad alguna que gobierne o que auxilie a todos aquellos que tenían que llegar a tiempo a sus labores, a sus centros de estudio o simplemente, a sus casas.

Aunque las manifestaciones han sido una de las características -quizá no tan grata- de la capital de la República, lo que ha sucedido en los últimos días ha polarizado a la opinión pública. Mientras unos defienden a quienes supuestamente se parten el lomo dando clases (aunque estén en paro), otros han demostrado ya su descontento con las acciones -o indiferencia- que ha tenido el Gobierno del Distrito Federal y el del propio Peña Nieto para controlar las marchas y los bloqueos que ha habido a puntos estratégicos de la actividad no sólo de la antigua Tenochtitlan, sino del país entero (cabe señalar que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México fue sitiado también por estas personas).

El eslogan de la administración de Miguel Ángel Mancera, Decidiendo Juntos, prácticamente se ha quedado arrumbado en algún cajón de la oficina del Jefe de Gobierno. No ha podido o no ha querido intervenir en las marchas, argumentando que "es el costo que debemos asumir por vivir en la Ciudad de México", y erigiéndose como el mediador entre la Federación (cosa que no le competería) y los revoltosos. Pero controlar las marchas y garantizar el libre paso a todos, incluyendo a quienes viven en el Distrito Federal, no se remite únicamente a dialogar y revisar todo desde el escritorio. Las acciones de mediación incluyen la negociación y también la acción, y en esto último, al parecer, nadie quiere entrar.

Ustedes, ¿qué opinan, amables lectores? ¿Están a favor o en contra de tantas manifestaciones que han sacado de quicio a la capital de México? ¿Cuál es su postura ante las marchas y los bloqueos no sólo en el Distrito Federal, sino en general? Agradeceré sus comentarios.

lunes, 5 de agosto de 2013

Educación... ¿de puertas abiertas?

Bienvenidos a una nueva entrada en este blog, amables lectores. En esta ocasión, trataré un tema que continuamente está en boca de toda la opinión pública, y que pareciera que no es importante para ninguna administración gubernamental: la educación.

Principio haciendo una diferencia entre la educación y la instrucción. A raíz de la fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), el primer término se ligó al conocimiento que reciben las personas en las aulas de clase mediante los profesores (ahora llamados ellos mismos como facilitadores). Sin embargo, educar involucra también la labor que se realiza en las casas para conducirse con ética (principalmente) ante la sociedad, además de los valores que se inculcan para ser personas de bien. En cambio, la instrucción es la que hace referencia justamente a todo lo que se aprende en la escuela, y que da las herramientas para continuar con el cultivo intelectual de las personas.

En estos últimos días, este tema volvió a estar en la mira. Y es que existe una alarmante cifra de que cerca de mil 800 jóvenes desertan del bachillerato. La Constitución ha establecido que este nivel escolar ya es obligatorio. Pero la realidad dista mucho de concordar con lo que las leyes dicen.

Es cierto que esa cantidad de chicos que se van de las escuelas diariamente (en promedio) es escandalosa y a la vez, preocupante. Sin embargo, los planes emergentes que la propia SEP ha implementado no son la panacea para resolver el problema de deserción escolar.

En el caso de la educación superior, la SEP se vio en la necesidad de incrementar el número de lugares que se ofrecen en diversas instituciones (como la UNAM y el IPN, entre otras más) para que pudieran entrar más alumnos a diversas carreras de su interés. Pero ello tampoco es una solución que pudiera prevenir que dejen sus estudios durante el transcurso de la carrera.

En el afán de hacer valer la Constitución, este 2013 sucedió una cosa inédita: que un chico que sólo respondió una pregunta (de 128) de una prueba para ingresar al bachillerato, pronto podrá entrar a este nivel académico, junto con otros miles de jóvenes que se prepararon meses para ese examen y que lograron responder bien la mayoría de los reactivos.

La cuestión, al igual que se planteó unos párrafos antes, no es el hecho de que este muchacho acceda o no al bachillerato. Sería una buena noticia si es que realmente fuera un estudiante que aprovechará la oportunidad que se le está dando. Si no es así, volveremos al punto que siempre ha sido la espina clavada de la instrucción (mas no educación) en México: la calidad.

La frustración de aquellos que se prepararon días y noches enteros para quedarse en los planteles de su elección y no lograr un lugar, resulta lógica al saber que hay otros más que no hicieron el menor esfuerzo para ingresar a una institución educativa.

Los motivos de deserción escolar pueden ser variados: desde económicos hasta sociales. En la cuestión económica, sobra decir cuáles son. En lo social, va desde el entorno familiar hasta el de las amistades. Sin embargo, también entra la decisión personal de cada individuo de continuar o no con los estudios.

Atender todos los factores que inciden para que alguien acceda a la instrucción y termine desertando, es una labor compleja que no sólo requiere apoyo gubernamental, sino de otro orden. Lo que no se debería hacer sólo por obligación constitucional es permitir el ingreso a instituciones de educación a aquellos que no aprovecharán su lugar, y negárselo a quienes están absolutamente preparados. O ustedes, ¿qué opinan, amables lectores? Agradeceré sus comentarios.