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sábado, 8 de febrero de 2014

El DF: la "burbuja" amarilla que explotó.

Bienvenidos a una nueva entrada en este blog, amables lectores. Ahora les escribo sobre un asunto que está dando de qué hablar en la Ciudad de México, sobre todo, porque a últimas fechas se ha aprobado una reforma político-electoral, y porque, en el marco de la política justamente, se ha exigido que la capital de la República ya cuente prácticamente con autonomía, tal como los demás estados.

    Desde Diciembre de 1997, cuando se pregonaba que en el Distrito Federal había un gobierno que estaba trabajando (slogan de la administración de Cuauhtémoc Cárdenas), se pensaba que habría un cambio radical en la forma de llevar las riendas de la Ciudad de México. Hasta ese año, donde por vez primera se eligió Jefe de Gobierno (llamado antes Regente), y donde se cambió el ente jurídico Departamento del Distrito Federal por el de Gobierno del Distrito Federal, las decisiones que permeaban sobre la capital mexicana se ejecutaban con el Regente, que a su vez era impuesto por el propio Presidente de la República. Sin embargo, la población capitalina se vio envuelta en una crisis de ingobernabilidad.
   
    En 1999, Cárdenas se preparaba ya para ser de nuevo el candidato por el PRD a la Presidencia, y el DF quedaba sin cabeza prácticamente. El efecto mediático de la muerte de Paco Stanley (que se asoció con el incremento de violencia en la capital), la pésima actuación del Procurador Samuel del Villar, sumado a la inminente corrupción que ya se estaba dando en el gobierno capitalino, hizo también, quizá, que la salida de Cárdenas del GDF fuera más rápida. Justo en 1999, lo relevó Rosario Robles (actual Secretaria de Desarrollo Social de Enrique Peña Nieto), quien casi de manera rápida, trató de enderezar el rumbo de esta Ciudad.

    Para 2000, y después de la reforma que hiciera la Asamblea Legislativa del DF (antes llamada Asamblea de Representantes), donde los Jefes de Gobierno durarían 6 años en el cargo y no 3, llegó a despachar justamente al Antiguo Palacio del Ayuntamiento, después de una elección muy competida, Andrés Manuel López Obrador. Con él, la de México se convertía en la Ciudad de la Esperanza, donde las clases desprotegidas tendrían a un paladín de la justicia. Aunque implementó programas sociales (que endeudaron a la capital, al igual que los segundos pisos), durante su quinquenio (2000-05), no logró sanear del todo la imagen del Gobierno del Distrito Federal.

    2003 y 2004 fueron años cruciales para la administración de López Obrador. Y es que se descubrieron videos donde algunos miembros de su gabinete (René Bejarano y Mario Ponce), recibían sobornos de dinero a cambio de algunos favores. Asimismo, los Jefes Delegacionales de Gustavo A. Madero, Octavio Flores; y de Tlalpan, Carlos Imaz, se vieron involucrados en situaciones similares. El primero de ellos, escapó de la justicia. También en 2004 saldría a relucir el Secretario de Seguridad Pública del GDF, Marcelo Ebrard. Y no por su brillante actuación, sino por un incidente que se presentó en Tláhuac, donde policías federales fueron linchados por los propios pobladores, supuestamente porque habían participado en violaciones. Ante la inacción de la SSP del DF, el Presidente Vicente Fox ordenó la destitución de Ebrard. Sin embargo, López Obrador lo premiaría con la Secretaría de Desarrollo Social del Distrito Federal, de donde saltó para ser el próximo Jefe de Gobierno.

    Así fue que en 2006, de ser la Ciudad de la Esperanza, el Distrito Federal pasó a ser una Capital en Movimiento, con Marcelo Ebrard a la cabeza. Su gestión frente al Gobierno del DF, se basó en una política que en teoría, le daría un aire renovador a la otrora Tenochtitlan. Los programas que llevó a cabo (a la par de los que heredó de la administración de López Obrador y Alejandro Encinas), hicieron que se convirtiera en el mejor alcalde del mundo, y que la Ciudad de México fuera el centro de atención a nivel nacional e internacional. Pero la pantalla donde se proyectaba esa película al exterior de la propia capital del país, al interior parecía no tener reflejo. La inseguridad, aunque se trató de erradicar, continuó siendo un factor lacerante para la población metropolitana. Durante el sexenio de Ebrard (2006-12), fueron pocas las incidencias delictivas que se presentaron en el Distrito Federal. Y no es que no hubiera, sino que no se denunciaban, o de plano, no se daban a conocer para no manchar la imagen del Jefe de Gobierno.

    En esta administración, salió a relucir la dupla Manuel Mondragón-Miguel Ángel Mancera (Secretario de Seguridad Pública y Procurador de Justicia del DF, respectivamente). La "eficacia" con la que colaboraron ambas dependencias parecía ser la panacea para combatir la inseguridad en tierras chilangas. Pero el sueño terminó cuando Enrique Peña Nieto nombró a Mondragón como Comisionado Nacional de Seguridad (y lo volvió una nulidad), y Mancera llegó a la Jefatura de Gobierno.

    La percepción de seguridad que se dio durante el tiempo de Ebrard al frente del GDF, se derrumbó el 1° de Diciembre de 2012, cuando se perpetraron actos vandálicos en la toma de protesta de Peña Nieto como Presidente de México. De ahí siguieron más tropiezos para la administración naciente -en ese entonces- de Miguel Ángel Mancera: una supuesta banda de canes que asesinaba personas en Iztapalapa, desapariciones de jóvenes en el Bar Heaven's de la Zona Rosa, un homicidio en un antro-bar de la Colonia Condesa, otro más en un gimnasio de Tepito; y últimamente, atracos a centros comerciales, hallazgo de personas muertas en maletas, y lo que continúe.

    Mancera y su procurador, Rodolfo Ríos, han insistido hasta el cansancio que en la Ciudad de México no hay crimen organizado, que no existe inseguridad aquí. Los hechos, y las crónicas del día a día de varios capitalinos demuestran lo contrario. El Distrito Federal regresó a sus tiempos de antaño, a aquella ciudad temida por los visitantes. Así se está convirtiendo, y parece que Mancera no hará nada para detenerlo. La burbuja amarilla finalmente, se reventó. O ustedes, ¿qué opinan, amables lectores? Agradeceré sus comentarios.

domingo, 26 de enero de 2014

"Azul" tricolor: Misión 2018.

Bienvenidos a una nueva entrada, amables lectores. Con ésta, inicio el 2014 en este blog. Ahora trataré un tema que siempre da de qué hablar, por lo regular cada 6 años, aunque, como estamos en vísperas de elecciones intermedias, estará vigente durante 2014 y hasta mediados de 2015, cuando empiece a calentarse un poco más. Este tema es la sucesión presidencial de 2018.

Desde que Enrique Peña Nieto asumió la Presidencia de México en Diciembre de 2012, no pocas personas se han preguntado quién podría ser su sucesor. Y no es para menos. El primer año de la administración peñanietista, la primera tricolor en el siglo XXI después de los sexenios del PAN (2000-06 y 2006-12) ha sido muy criticada por la opinión pública, y ha dejado mucho a desear.

Pareciera que, como se vaticinaba desde que Peña era candidato, el PRI de antaño regresaría peor que como se fue, sólo con nuevas caras. La decepción de tener un presidente gris, un gabinete que no ha dado una sola noticia relevante, sino malas nuevas para la población, y la pasividad con la que se han tratado de resolver algunos problemas que se arrastran desde la administración de Felipe Calderón, son factores que podrían poner en riesgo al PRI en las elecciones del próximo año, y que le dejarían el camino muy complicado para 2018.

La sorpresa también ha sido que al interior del PRI no existe un candidato viable para darle continuidad a los sexenios priistas del siglo XXI.

Se esperaba que, tal como sucediera con Peña Nieto, su sucesor en el Estado de México, Eruviel Ávila, tendría posibilidades de llegar a Los Pinos en 2018. El problema es que el sexenio de Ávila termina en 2017, y, además, a diferencia de Peña, Eruviel no tiene el arrastre que llegó a tener en su momento el ahora Presidente de México. Mantenerse vigente durante casi un año, es una labor difícil para casi cualquier político en México. Y Eruviel Ávila no es la excepción.

Sin embargo, durante 2013, hubo un chamaquillo que estuvo haciendo ruido en su estado (Chiapas) y en otros más (llámese Distrito Federal), anunciando con bombo y platillo los logros que, a su juicio, ha realizado en su primer año al frente del gobierno chiapaneco. Este escuinclito se llama Manuel Velasco Coello, y es el Gobernador de Chiapas durante el sexenio 2012-18.

Pero por más que pudiera promoverse hasta donde no tiene por qué, el hecho es que su llama se apagó muy rápido. Justamente su promoción tan grosera que hizo en espectaculares, prensa, radio y televisión, hizo que todo el país volteara hacia Chiapas, pero no para ver qué hace el Gobernador, sino para darse cuenta que sigue siendo un estado en condiciones paupérrimas, y que esta administración no está haciendo nada por rescatarlo.

Mientras las apuestas siguen calientes por saber quién será el próximo tricolor que pudiera suceder a Peña Nieto, hay un mandatario estatal que, desde que inició su gobierno en 2011, ha estado poco a poco pujando por ser el próximo presidente de México. De raíz priista, fue una alianza lo que lo impulsó para la gobernación de su entidad para el sexenio 2011-2017. Contra todo pronóstico, ganó las elecciones de 2010 que lo encumbraron hacia Casa Puebla, donde despacha actualmente. Él es Rafael Moreno-Valle Rosas, el gobernador poblano, quien, de forma silenciosa, y sin que la gente realmente se percate de ello, se ha estado colando en cuanto medio puede, para hacer visible su persona (independientemente de que se promocione a Puebla). Se dice que él buscaría la candidatura en 2018 por parte del PAN, aunque no está definido del todo.

Finalmente, el partido que aún no brilla en la carrera por 2018 es el PRD. Pareciera que el momento de Marcelo Ebrard se fue con el 2012, y que López Obrador, ya con su nuevo movimiento, podría tener una elección considerable, que le robaría muchos votos al sol azteca.

Si la batalla se diera entre Moreno-Valle y Eruviel Ávila, quizá quien ganaría sería el primero, aunque enfrentarse a los estados del centro del país, supone derrumbar bastiones del PRI y del PRD. Pero aún con ello, si Eruviel Ávila se postulara, quizá no tendría tanto arrastre en algunas otras entidades del propio centro (principalmente, Distrito Federal y Morelos).

Todavía hay mucho tiempo para saber cómo se definirán las candidaturas de todos los partidos. Pero pudiera ser un hecho que el próximo sexenio no vaya a pintarse de tres colores, como el actual. O ustedes, ¿qué opinan, amables lectores? Agradeceré sus comentarios.