El pasado viernes 11 de marzo yo me encontraba checando mis redes sociales (a las que invito me agreguen si tienen alguna de ellas para conversar) por la noche, cuando de pronto, en Twitter comencé a ver que muchas de las personas que sigo "posteaban" cosas como "qué horribles escenas del terremoto de Japón", o "una oración por Japón", o "en vivo el Tsunami de Japón". Me pude percatar que la mayoría de ellos tienen sistemas de televisión por cable y que ya sabían de la noticia.
Quise esperar unos instantes a ver si en la televisión abierta podían interrumpir las señales de los telejuegos o el dichoso "Pare de Sufrir" para ver si habría alguna noticia, pero no pasó nada. Así que decidí sumergirme en el mundo cibernético y buscar qué era lo que pasaba. Me di cuenta que había habido un temblor de casi 9 grados Richter y que venía precedido de un tsunami. Debo aceptar que las imágenes no me impactaron porque acá en México son comunes las inundaciones en gran parte del año en algunos lugares del país. Lo que sí me impactó fue lo que sucedió tiempo después.
Resulta que derivado del tsunami (más que del temblor, aunque sí fue muy fuerte), un reactor nuclear explotó, lo que desembocó en una alerta máxima por contaminación en ese país. Si el movimiento telúrico había ya destrozado una parte del Japón, el agua arrasó con más esperanzas de recuperarse. Y más aún, con la catástrofe que había iniciado con la explosión nuclear.
De inmediato, unos minutos después del temblor y tsunami y ahora con la explosión, se prendieron focos de alerta en los países que tienen costas en el Pacífico, entre los que estaban incluidos México, casi toda Centroamérica, Venezuela y hasta Chile. En América no pasó nada. La onda expansiva del tsunami afectó, en menor parte, las islas hawaiianas y una parte de Australia, sin llegar a los destrozos que causó en el Japón.
El único efecto que no sólo se sintió en América sino en el mundo entero a raíz del desastre natural que llegó al Japón fue económico. Las bolsas asiáticas y americanas, así como las europeas, aunadas a la crisis del Medio Oriente (por la que pasan ahorita países como Libia, Egipto, Tunisia, Yemen y Marruecos de inestabilidad política y social), tuvieron un impacto negativo en la semana posterior al temblor y tsunami.
No podemos comparar el temblor de 1985 en la Ciudad de México con los últimos desastres que han ocurrido (Haití y Chile en 2010 más recientemente y ahora Japón), por varias circunstancias: en primera, a la mayoría de las generaciones actuales no les tocó ni siquiera como bebés el terremoto del 85, así que no saben de qué les están hablando los medios; en segundo lugar, en Haití, por ejemplo, se destruyó casi por completo el país, en Japón se devastó una parte del país, porque es una isla. El temblor del 85 arrasó con el centro de una ciudad, más no con un territorio completo.
Es la segunda vez que el Japón enfrenta una crisis nuclear. Hay que recordar cuando en 1945 algunos sobrevivieron a las bombas atómicas que arrojara con alevosía Estados Unidos para así darle fin a la Segunda Guerra Mundial. Días después de que hiciera explosión el reactor que ahora puso en una nueva crisis al Japón, las noticias comentaban que se les había advertido que habría riesgo de que se colapsara la planta nuclear y que el gobierno nipón no había hecho caso. A saber. Lo que sí es un hecho es que ese país está en proceso de recuperación y que quizá le dé un ejemplo al mundo de cómo reactivar la vida después de un desastre.
O ustedes, amables lectores, ¿qué opinan? Agradeceré sus comentarios.